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— Garras de Astracán —

Archivos mensuales: diciembre 2012

Pues eso

28 Viernes Dic 2012

Posted by Elena in 2012, Cine, Personal

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Murray

Lost in translation

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Obsolescencia programada y su puta madre

16 Domingo Dic 2012

Posted by Elena in 2012, Reflexiones, Sociedad

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Davide Bellocchio

Davide Bellocchio

En el mundo de la industria existe desde hace tiempo un elemento integrado en la propia cadena de fabricación, denominada Obsolescencia Programada, denominado así por primera vez en 1954; “Obsolescencia planificada a la determinación, planificación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio, de modo que éste deje de funcionar de manera óptima, sea inservible o se vuelva obsoleto, en un periodo de tiempo predeterminado por el fabricante o la empresa de servicios durante la fase de diseño de los mismos“. (Wikipedia)

Evidentemente, todos sabemos que el fin no es otro que fomentar el consumo constante, periódico, que los compradores, o sea, nosotros, que hemos dejado de ser ciudadanos o clientes para ser meros consumidores, tengamos el hábito adquirido de estar permanentemente reponiendo elementos en nuestro hogar, nuestro coche, nuestra vestimenta, nuestro ocio, etc. Antes se iba a comprar cuando se necesitaba algo, ahora el consumo y/o compra es un elemento de la vida diaria. Se estimula acelerada y artificialmente la necesidad de la compra.

Supongo que estos gurús del diseño de la obsolescencia programada habrán incluido en la ecuación potencial de venta que, una vez entra en juego, y a no ser que se trate de esa pieza a reemplazar que te la venden ellos mismos, el consumidor, si estima que el periodo de obsolescencia es insultantemente breve, rayando en la tomadura de pelo, directamente se decante por una marca de la competencia. Y ésto es peligroso, porque para la mayor parte de consumidores, una vez te decepciona un producto, todos los de la marca ya son iguales de malos, y ni se plantea adquirir los demás aunque no tengan el mismo fin. Esto me parece un factor decisivo y peliagudo, que me encantaría que algún día un gurú de éstos me explicase cómo lo afrontan. Forma parte de esas disciplinas, que se me hacen fascinantes, llamada Ingeniería del Valor, donde las marcas toman este tipo de decisiones.

También esa línea de producción y diseño genera miles y millones de residuos que serían innecesarios, afectando claramente a eso que llama Sostenibilidad Ambiental. Y que a todo el mundo se la suda, obviamente.

También los seres humanos nos hemos convertido en un producto. Por eso la imagen que ilustra este post, del fotógrafo italiano Davide Bellocchio. Desconozco si tiene título, pero yo la llamaría “La tapadera del amor”, por aquello de que es un pecho izquierdo. Y también tenemos averías, y dejamos de funcionar, y damos problemas, y nuestra vida útil, entendiéndose como plena, mengua. También arrastramos piezas con una alarmante necesidad de reemplazo, o al menos de una seria revisión para calibrar hasta qué punto habría que pasarse directamente a la competencia y no emplear ni un euro más en intentar que algo funcione.

Sé que, en el fondo, en todo este texto estoy hablando del amor. Releo todo lo escrito, y puedo estar hablando perfectamente del amor.

El amor también tiene obsolescencia programada, me temo. Y yo me cago en los muertos del fabricante.

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Respirar

15 Sábado Dic 2012

Posted by Elena in 2012, Personal

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respirar

Yo, apasionada de la ortografía como ley de vida desde niña, a estas alturas pienso que la peor falta de ortografía que podemos cometer contra nosotros mismos es no saber poner el punto final a todo aquello que nos hace daño. Que se nos vuelve en nuestra contra, una y otra vez, ayudado y avivado por nuestra jodida y delirante forma de ser.

La ortografía es como la moral; o se tiene o se carece. No hay más. Y las personas “normales” tenemos moral por nuestros actos, a pesar que hoy día parezca que la jungla se ha instalado definitivamente en nuestro inconsciente colectivo, y ya de nada sirven o se valoran la integridad o la honestidad de por sí, por principio de vida. Y esta pegajosa y aplastante realidad que nos circunda nos cala hasta los huesos, haciéndonos creer que al premio tiene derecho una persona exactamente por los motivos opuestos a las reglas de la moral; es más, luchamos por hacerle ver que tiene el premio delante de sus narices, con tan sólo alargar la mano, sin mayor esfuerzo por su parte. Y es justo al contrario.

Qué mundo delirante! Qué almas errantes en un mar desorientado!

Ojalá esta noche se presentara un desconocido a mi puerta, sin palabras, para entregarme un brújula bien calibrada. Me abriría el pecho en dos, para incrustarla entre el hueco que queda entre mi corazón y mi costilla, como un marcapasos. Escucharía su tic tac en el silencio de la noche, como una nana, confiando en que guiaría mis pasos de manera certera, y me dormiría tranquila soñando entre olas embravecidas que a pesar del vendaval, cuando acabe la noche negra y la primera luz del amanecer despunte, podré seguir el camino correcto, con sólo mirarla, porque ella me guía…

Ya va siendo hora de enviar a calibrar mi brújula.

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Reflejos

09 Domingo Dic 2012

Posted by Elena in 2012, Personal

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Reflejo

Se acerca de nuevo el Fin de año, otro más…. Me apetece un recuento rápido, hasta ahora.

Creo en las mangas de camisa desabrochadas de KD Lang. Creo en los egipcios, que hicieron un dios de los gatos. Creo en el turrón de chocolate Suchard, y las palomitas en el cine. Creo en el karma universal. Creo en el libro en papel, con pastas duras, por favor. Creo en el duque Pier Francesco Orsini. Creo en los músicos drogados. Creo en notar que me besan sin estar aún despierta. Creo en Clara Campoamor. Creo en Mafalda, y en Garfield. Creo en los filetes de pollo empanados de mi madre. Creo en San Sebastián (Guipúzcoa). Creo en el Martini Rosso. Y el Campari. Creo en la conversación de la sobremesa sin recoger la mesa. Creo en las jodidas fases de la Luna. Creo en el bandoneón de Piazzolla. Creo en los pijamas que se caen de viejos. Creo en ese timbre de voz que me desarma. Creo en Billy Wilder, como Trueba. Creo en ese primer cigarrillo que te enciendes tras escuchar que te abandonan. Creo en Meryl Streep. Creo en esos 19 días y 500 noches. Creo en las tripas que hablan por la boca. Creo en los transgénero. Creo en los hombros de las mujeres. Creo en el conde László Almásy, y el imperio austroúngaro de Berlanga. Creo en algunos ojos que he descubierto mirándome. Creo en Terenci, y en Pilar Miró. Creo en la fotografía en B/N. Creo en Djuna Barnes, y en Jean Rhys. Creo en las auroras boreales. Creo en el muñidor de La Mortaja, y el Nueva York de Woody Allen. Creo en las películas argentinas. Creo en el almizcle, la vainilla y la canela. Creo en Maruja Torres y Carmen Rigalt. Creo en el misterio del sexo. Creo en la tarta Sacher. Creo en Louise Bourgeois. Creo en la cortesía por principio, y en las comedias otoñales. Creo en Jaipur, en Marrakech, en Tarifa y en Lisboa. Creo en el Nessun Dorma de Pavarotti. Creo en los envoltorios de regalos que iluminan una mirada. Creo que ningún hombre ha cantado mejor que Carlos Cano. Creo en la alta joyería de Cartier, y en los perros verdes, aunque luchen por no serlo. Creo en la dignidad de los suicidas. Creo en cómo dejas caer la chaqueta por tus hombros. Creo en Dante, de “Martín Hache“. Creo en mi familia, y que soy producto de ella, a dios gracias. Creo en el lento recorrido de unos dedos que bajan hacia el vientre, y luego hacen estallar. Creo en “La Caja China“. Creo en el momento que Antonio Banderas cierra la puerta de la habitación del hospital. Creo en el Canon de Pachelbel y el Adagio de Albinoni. Creo en la burbuja que crea el amor, y que el mundo está lleno de libros preciosos que nadie lee. Creo en las carpas japonesas. Creo en el Llanero Solitario, mi profesor de facultad. Creo en el hojaldre, dulce o salado. Incluso sólo. Creo en Mayte Martín. Creo en los arquitectos visionarios, y que no se sale vivo de ésta. Creo en los que guardan secretos, y en quienes los respetan. Creo en los escritores que se quedan ciegos. Creo en el Movierecord antes de la película. Creo en los versos de Benedetti, de Gil de Biedma, de Benitez Reyes y de Salinas. Creo en el canibalismo en el amor. Creo que “He conocido a alguien” son las palabras más bonitas del mundo. Creo en el Doctor Gregory House, por eso creo que todo el mundo miente. Creo en el humo azul de un cigarrillo. Creo que no sé curarme en salud, ni dejar de ponerme a tiro. Creo en Gallipoli. Creo en los papelones de pescao frito. Creo en cómo aman unas yemas de dedos que acarician. Creo en YouTube, y en Tumblr. Creo en César Galicia. Creo en la Teoría Queer. Creo en el color magenta. Creo en Beatriz Preciado, y en que yo debí llamarme así, Beatriz. Creo en aquella tarjeta llave del hotel de Isla de Pascua. Creo en los mediodías del día de Año Nuevo, aún vestida de fiesta y comiendo restos de la cena de Año Viejo. Creo en cómo suena mi nombre, bajito, en mi oído. Creo en los álbumes de fotos. Creo en los supervivientes, y los perfeccionistas, y que los que nunca mienten son los más mentirosos en el fondo. Creo que el deporte es una guerra sin armas. Creo en la música que te abre el pecho en dos. Creo en los lugares abandonados, y en la cosmética asiática. Creo en el desamor que aún escuece. Creo en esos barman en vías de extinción que todavía sirven el bitter con una rodaja de naranja; siempre aplaudo. Creo en el Bubión que yo conocí, y que no encontré cuando volví. Creo que no hay nada mejor que cerrar por dentro la puerta de tu casa y dejar el mundo fuera. Creo en las perezosas siestas de domingo, si es después del sexo, mejor. Creo en los chistes privados que sólo entienden los amigos del alma. Creo en la dulzura, en todos los sentidos. Creo en los perfumes de Chanel. Creo que si el cartero llama dos veces, huye. Creo en el sentido del humor como ley de vida.

No creo en los que no dan las gracias.  No creo en los hombres depilados. No creo en el reggeton. No creo en los que no cuidan su ortografía. No creo en el gazpacho de sandía. No creo en la falta de cortesía con los que te sirven. No creo en el Facebook. No creo en los avariciosos de sonrisas. No creo en los After Eight. No creo en los pechos grandes. No creo en Steve Jobs aún caliente como nuevo mesías. No creo en el pan de molde. No creo en las conversaciones de más de cinco personas. No creo en Zara Home, ni en Desigual. No creo en los que se creen que mientras más griten, más sentimiento al cantar. No creo en Lady Gaga, y sí en P¡nk. No creo en los McDonald´s, ni en quienes no se lavan los dientes. No creo en las cuentas bancarias en las invitaciones de bodas. No creo que mi forma de ser pueda ya cambiar, ni a mejor ni a peor. No creo en el sentimentalismo. No creo en la prolongación de la hombría en los coches. No creo en la ingratitud de los que formatean su disco duro emocional cada seis meses. No creo en los que hablan a un volumen más alto del necesario. No creo que esté segura de querer tener hijos, y esa es una razón con suficiente peso para no tenerlos. No creo en las velas que prometen olores deliciosos y mienten, eso me cabrea mucho, ya ves qué tontería. No creo en las mujeres que se abstienen del sexo si tienen la regla. No creo en los que viven con un móvil pegado en la palma de su mano izquierda. No creo en los bares en los que ya no se puede fumar. No creo en los putos amos, los máquina, los hacha. No creo en los retrocesos feministas subliminales y edulcorados. No creo en la ética ni la estética del PP. No creo en la rodaja de pepino en el Gin Tonic. No creo que lo bello sea lo bueno. No creo en el deja vú de las bodas. No creo en la humedad, salvo la de tu cuerpo. No creo en la mala educación, ni en los que nunca cambian de opinión. No creo en las casas sin plantas. No creo en la amistad después del amor, si es que realmente has amado. No creo en la sinceridad salvaje. No creo en la película Titanic. No creo en los que visitan el Louvre sin haber subido a la Giralda. No creo en las galas benéficas. No creo en los que al menos una vez en la vida no se han humillado por amor.

También creo que esta idea no es mía; y que a pesar de todo, parece que por este año siguen ganando las creencias.

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Sexo sin Cabeza. Sida / Aids / VIH

01 Sábado Dic 2012

Posted by Elena in 2012, Iglesia Católica, Sida, Sociedad

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Hoy es 1 de diciembre, Día Internacional de la Lucha contra el Sida.

Las imágenes corresponden a una de las campañas Anti Sida que se hacen en el resto de Europa, ésta en concreto en Alemania, hace ya bastantes años. La guardé porque me pareció fantástica. Lema: “Sexo Sin Cabeza“.

Lo que me llamó la atención y me gustó de esta campaña es que realmente, sin edulcorantes, victimismos o sutilezas, se asume que la gente practica sexo; sexo con o sin su pareja, dentro o fuera de casa, en el trabajo, de día o de noche, y que eso es un hecho. Nada se habla de transmisiones, infecciones, virus, E.T.S., embarazos no deseados, etc.

Hablamos de follar, y disculpen la expresión, pero que hay que follar con cabeza. Punto. Me parece una campaña genial, de las más inteligentes que he visto, pese a las buenas intenciones de todas.

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Hoy en día todo el mundo sabe del Sida. Hasta los presentadores de televisión, no sólo los que hacen magacines sino todos los que presentan un telediario, enarbolan en sus solapas el consabido lazo rojo.
Y eso es bueno, qué duda cabe…

Descubierto hace 30 años.
30 millones de personas han muerto desde entonces.
40 millones de infectados por VIH en todo el mundo. De esos 40 mill., el 44,3% son mujeres y un 5,75% son niños. En África, el 75% de los jóvenes con VIH son mujeres. La OMS revela que la vía sexual es la forma más habitual de contagio; el 75% de los nuevos casos se deben a relaciones sexuales sin protección. El 55% de los contagios se producen en relaciones heterosexuales.

En España, entre 120.000 y 150.000 personas están infectadas por el virus del VIH y uno de cada tres infectados desconoce ser portador. Se estima que en este país se producen entre 3.500 y 4.500 nuevos contagios del virus al año. En 2011, se detectaron 2.763 nuevos casos.

Eso son datos. Y aunque sean sobrecogedores, y un día como el de hoy se propaguen a través de los medios de comunicación, y en la calle te encuentres a miles de personas que luchan, y hagas tu aportación económica, y te pongas en lazo, y hables del tema en tu trabajo, y hables del tema con tus hijos, tus alumnos, tus vecinos…… la experiencia me demuestra que los “Días de…” tienen la memoria de los peces. 3 segundos.

Nunca me he hecho la prueba del VIH. Algo tan simple como un análisis de sangre en tu centro de salud habitual. ¿Para qué? ¿Por qué voy a hacérmela?. A mí no me va a tocar.
Pues el Ministerio de Sanidad ha lanzado un llamamiento a la población para que se hagan las pruebas del VIH, ya que en cifras se estima que habrá unos 35.000 españoles que son seropositivos, y NO LO SABEN.

Es duro hablar del Sida. Cuando surge el tema me gusta recordar que solemos mentirnos a nosotros mismos, pensando que el virus se ceba con los drogadictos, las prostitutas, los infectados por transfusiones, los yonkis, los chaperos, los puteros, los promiscuos, los maricones de cuarto oscuro y parque solitario, el polvo inesperado en el lavado de una discoteca a las 5 de la mañana con alguien de quien ni siquiera recuerdas la cara…

Pero también el Sida nos ha privado de personas como Jaime Gil de Biedma, de Manuel Piña, de Isaac Asimov, de Rudolf Nureyef, de Néstor Almendros, de Robert Mapplethorpe, de Reinaldo Arenas, de Hervé Guibert, de Michel Foucault, de Gia Carangi, de Dick Bogarde, de Miles Davis, de Freddy Mercury, de Antonio Vega, de Keith Haring, de Liberace, de tantos y tantos otros…..

Existen muchas formas de lograr que el uso del preservativo se convierta en un acto reflejo para las personas decentes. Con buenas campañas, claro. Bajar a la calle y a lo más común del ser humano, el instinto sexual.
Pero para eso hace falta imaginación. Y valor. Y dinero, claro.
Y meterle por la boca un pepino a Benedicto equis uve palito cada vez que hable sobre el asunto. O directamente acusarle de Crímenes contra la Humanidad por fomentar, promover y vanagloriar el NO USO del preservativo, justamente donde son más vulnerables e indefensos, el Tercer Mundo. Miles de muertes de niños y adultos que se podrían haber evitado, de niños que nacen condenados a morir por el llamado contagio vertical, madre-hijo durante la gestación, la inocencia pura. Sobre tu conciencia queden esas muertes, pedazo de cabrón. Si la tienes.

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Elena

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Soy una mujer íbera, una de tantas; temo como una celta, cuento como una fenicia, pienso como una griega, hablo como una romana y amo como una árabe.

Sobre el resto, vida en construcción.

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